Mientras que Brasil, inspirada en el modelo que aplican Canadá y Australia, adopta una política de inmigración selectiva, para los profesionales extranjeros, altamente calificados, propiciando así una “fuga de cerebros”; en Panamá, no se sabe aún, a que estamos apostando.
Panamá le ha abierto las puertas a muchos extranjeros, para luego regularizarlos, en donde ni siquiera, tienen que probar per se, su solvencia económica, porque no la tienen. (Ejemplo: el nuevo procedimiento de regularización migratoria general)
¿Cómo nos explicamos esto? ¿Es eso indispensable para el país?
Esta falta de definición migratoria coherente, pudiera producir lo siguiente:
- Que haya una competencia desleal laboral del extranjero, hacia el nacional panameño.
- Que nuestras tradiciones se vayan perdiendo, para abrirle paso a las fiestas y costumbres extranjeras.
- Que aumente la población en el país, pero no por los nacimientos de nativos, sino por la afluencia extranjera.
- Que colapse nuestro sistema de salud pública.
Preocupaciones propias, sobre el tema:
- No se le está permitiendo a la Asamblea Nacional de Diputados, legislar sobre el tema.
- Se está permitiendo que extranjeros regularizados tengan un mayor
privilegio que los extranjeros que legalmente arribaron a nuestro
territorio para invertir y legalizarse, ya que no se les exige el cumplimiento de los requisitos que a los otros se les pide. - Se está fomentando que se pueble Panamá, con personas foráneas que, en determinada proporción, no tendrán los recursos per se, para poder subsistir.
- Pudiera pensarse que la captación de dinero o de una mano de obra barata, producto del proceso de la regularización, está pesando más que una visión de país.
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